Agricultura regenerativa: el nuevo paradigma que busca sanar los suelos y frenar el cambio climático

Este modelo productivo propone ir más allá de la sustentabilidad: no solo reducir el impacto, sino regenerar los ecosistemas, recuperar la fertilidad del suelo y capturar carbono. Cada vez más países y empresas lo adoptan como respuesta al deterioro ambiental y a las exigencias del consumidor global.

La agricultura tradicional, basada en el laboreo intensivo, el monocultivo y la aplicación constante de insumos químicos, ha generado durante décadas degradación de suelos, pérdida de biodiversidad y emisiones que alimentan el calentamiento global. Frente a estos límites, crece en el mundo una propuesta superadora: la agricultura regenerativa, un enfoque que busca restaurar los ecosistemas en lugar de agotarlos.

A diferencia de otros modelos que apuntan a “sostener” lo existente, la agricultura regenerativa se basa en procesos biológicos y naturales que favorecen la vida del suelo. Entre sus pilares se encuentran la mínima remoción de la tierra, la cobertura permanente con cultivos o rastrojos, la rotación diversificada, el pastoreo planificado y la integración entre agricultura y ganadería. Al imitar el funcionamiento de los ecosistemas naturales, el suelo recupera estructura, materia orgánica y capacidad de infiltración, volviéndose más fértil y resiliente.

Uno de los conceptos más destacados es su vínculo con el clima. Los suelos sanos actúan como sumideros de carbono, capturando CO₂ atmosférico y almacenándolo en forma de materia orgánica. Esto no solo mejora la productividad, sino que posiciona al agro como parte de la solución frente al cambio climático. Países como Estados Unidos, Australia y miembros de la Unión Europea ya incentivan prácticas regenerativas mediante certificaciones, financiamiento y esquemas de bonos de carbono.

El interés empresarial también crece: grandes marcas alimentarias y cadenas de supermercados impulsan a sus proveedores a migrar a esquemas regenerativos para garantizar trazabilidad ambiental y responder a consumidores más exigentes. En Argentina, el modelo avanza especialmente en regiones agrícolas y ganaderas donde los productores observan mejoras en rindes, estabilidad productiva y reducción de costos en insumos.

Aunque el camino está en marcha, los desafíos persisten: mayor inversión en investigación local, acompañamiento técnico, créditos específicos y mercados que remuneren los servicios ecosistémicos que genera el productor. Sin embargo, el cambio cultural ya empezó y la tendencia es clara.

La agricultura regenerativa propone un concepto potente: producir alimentos cuidando la vida, reconstruyendo la salud de los suelos y dejando un campo mejor para las próximas generaciones. Un paradigma que no mira el corto plazo, sino el legado.

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