Entre enero y octubre, la Argentina importó 1,2 millones de toneladas de urea, un salto del 32% interanual y más del doble que en 2023. La ampliación del área de trigo y maíz, junto con la prolongada parada de la planta de Profertil, explican un fenómeno que vuelve a poner en debate la disponibilidad de fertilizantes y el manejo nutricional de los cultivos
El sector agropecuario registró un movimiento inesperado en plena campaña gruesa: entre enero y octubre, la importación de urea trepó a 1,2 millones de toneladas, un 32% más que en el mismo período del año pasado y más del doble del volumen alcanzado en 2023, cuando la sequía había desplomado la demanda. Aunque el salto es significativo, todavía se mantiene por debajo del récord de 2021, cuando se compraron casi 1,3 millones de toneladas.
Según especialistas, el incremento refleja una combinación de factores: una mayor superficie sembrada con trigo y maíz, cultivos intensivos en nitrógeno, y una marcada reducción de la producción local debido a la prolongada parada técnica de Profertil, la principal fábrica de urea del país.
En el total de fertilizantes importados, las compras alcanzaron US$1.926 millones, un 38% más que en 2024, según datos de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR). Solo en volumen, la urea creció 32% y el fosfato monoamónico un 19%. Entre ambos productos sumaron 2,07 millones de toneladas, el segundo registro más alto para este período, apenas 3,8% por debajo del máximo de 2021.
Más maíz, más demanda… y menos producción nacional
Los datos del Indec confirman que el volumen importado sorprende por su magnitud. Para Diego Napolitano, presidente de Cedasaba, es necesario analizar el fenómeno con cautela:
“¿Se importa más porque se va a utilizar más o porque se produjo menos en la Argentina?”, planteó.
Las verificaciones del sector indican que la segunda opción sería la más probable: la caída de la producción local obligó a compensar con mayores compras externas, no necesariamente por un aumento en las dosis aplicadas.
La visión coincide con la Cámara de la Industria Argentina de Fertilizantes y Agroquímicos (Ciafa), que proyecta un aumento del consumo de urea de entre 3% y 5%, impulsado por el crecimiento de las gramíneas, especialmente por la siembra de maíz temprano y la intención de avanzar con el maíz tardío.
Sin embargo, las inundaciones en sectores de Buenos Aires mantienen algunas incógnitas sobre la superficie final a fertilizar.
Un sector que crece pero con desafíos técnicos
Desde Fertilizar Asociación Civil, la expectativa es positiva: el uso total de fertilizantes para 2025/26 podría superar los 5 millones de toneladas, un 7% más que el ciclo anterior.
“Es momento de aprovechar cada milímetro de agua para transformarlo en grano”, afirmó su gerenta ejecutiva, María Fernanda González Sanjuan.
No obstante, advirtió que el manejo tecnológico no habría mejorado al ritmo del aumento de volumen. La especialista subrayó que en el trigo la dosis de nitrógeno fue insuficiente pese a la buena oferta hídrica, lo que terminó limitando rinde y proteína. Algo similar podría ocurrir con el maíz tardío, donde los rindes altos solo serán posibles si la nutrición acompaña.
Profertil, la pieza clave de la oferta
El aumento de las importaciones está directamente vinculado a la menor producción nacional. Profertil, ubicada en Bahía Blanca y responsable de 1,32 millones de toneladas anuales de urea granulada, atravesó este año una parada técnica récord por una inversión de US$90 millones. La detención se extendió más de lo habitual y redujo de manera significativa el abastecimiento durante un período crítico de demanda.
De hecho, el analista Javier Preciado Patiño destacó que el volumen importado “no solo compensa sino que supera la parada de Profertil”, que estuvo inactiva casi 60 días desde octubre.
