La 4° edición del Congreso Internacional del Maíz abrió en Rosario con una preocupación central: la chicharrita, plaga que no solo genera daños directos en el cultivo, sino que además transmite enfermedades que afectan seriamente los rindes.
En la Sala Syngenta, el ingeniero agrónomo Martín Galli introdujo el tema con una frase que resume la inquietud del sector: “La chicharrita es vectora de daños directos e indirectos, por eso estamos ocupados y preocupados”.
Magalí Nico, gerenta de Producto de Maíz en Syngenta, recordó que un año atrás el escenario era “desolador” y que fue clave avanzar en una red de monitoreo nacional. Hoy son más de 450 puntos en todo el país con más de 300 técnicos capacitados que, cada 15 días, realizan un seguimiento de la evolución de la plaga. “La genética aporta mucho en el manejo, pero siempre debe ir acompañada de prácticas tradicionales”, subrayó.
Desde la Universidad Nacional del Litoral, el fitopatólogo Germán Schlie advirtió que el mayor riesgo no es solo la plaga en sí, sino el complejo patógeno que transmite, en especial el achaparramiento. “El monitoreo temprano es clave: si se detecta en planta, es porque ya está ocurriendo el problema”, señaló.
Por su parte, Evangelina Perotti, investigadora de INTA Oliveros, explicó que el umbral de daño se define por la relación entre pérdida de rendimiento y densidad de la plaga. “El mayor desafío es que la chicharrita actúa como portadora de varios patógenos. El monitoreo constante y el trabajo en redes de trampas son herramientas fundamentales”, remarcó.
Con este panorama, los especialistas coincidieron en que la prevención, la elección de genética tolerante y las prácticas de manejo integrado serán determinantes para enfrentar la próxima campaña de maíz frente a la amenaza creciente de la chicharrita.