En el establecimiento La Marcela, ubicado en el norte bonaerense, Tomás Layus lidera un modelo productivo que integra cultivos y hacienda en equilibrio con el ambiente. En 15 años, pasó de una explotación puramente agrícola a un sistema mixto eficiente, sustentable y con el doble de rentabilidad.
El establecimiento La Marcela es hoy un caso de éxito en la transformación productiva argentina. Lo que comenzó como un campo agrícola tradicional se convirtió, bajo la conducción de Tomás Layus, en un sistema mixto de alta eficiencia, sustentado en la integración entre agricultura y ganadería.
“El campo siempre se prestó para un sistema mixto. Si bien el suelo es de clase 1 y 2, el relieve con sus diferencias de altura nos llevó a pensar en un modelo más equilibrado, con pasturas permanentes que ayuden a reducir la erosión hídrica”, explica Layus.
La reconversión comenzó en 2010 y demandó más de una década de trabajo en infraestructura y planificación. “Partimos de cero: hicimos alambrados, mejoramos la provisión de agua, construimos galpón y vivienda, y hoy tenemos todo el sistema terminado. Actualmente, el 20% del campo está dedicado a ganadería y el 80% a agricultura permanente”, detalla.
La rotación entre cultivos y pasturas permitió mejorar la salud del suelo y reducir costos. “Con los cultivos invernales, como avena o cebadilla criolla, logramos que la planta compita con las malezas, usamos menos fitosanitarios y, además, aprovechamos los residuos del maíz y la soja para la alimentación del rodeo”, sostiene.
En los últimos años, La Marcela incorporó tecnologías como el picado de maíz y la inseminación artificial. “Hoy inseminamos el 50% de las vacas y vaquillonas. Esto nos permitió avanzar en genética y vender reproductores, algo que nos llena de orgullo por la mejora lograda en solo siete años”, comenta Layus.
Pero más allá de la innovación técnica, la apuesta mixta también transformó la ecuación económica. “Estamos duplicando el ingreso neto del campo. Si comparamos contra un alquiler agrícola promedio de 16 o 17 quintales, la ganadería nos da el doble de rentabilidad. Y todavía hay margen para mejorar”, remarca el productor.
Consultado sobre las perspectivas del sector, Layus se muestra optimista:“La ganadería tiene un futuro muy interesante. La demanda internacional crece, no hay carne bovina suficiente en el mundo, y eso abre una gran oportunidad para Argentina”.
Sin embargo, advierte que el contexto local sigue siendo un desafío. “El productor trabaja con una carga impositiva feroz. Entre derechos de exportación, insumos y costos internos, el margen es muy ajustado. Si esas variables se revisarán seriamente, el potencial sería enorme”.

Sobre el debate de la vacunación antiaftosa, Layus plantea una mirada prudente:
“Entiendo que en algún momento se va a dejar de vacunar, pero no sé si este es el momento. Aunque no haya circulación viral, la vacuna da confianza a los mercados. Personalmente, soy partidario de no vacunar por el costo, pero hay que evaluar muy bien los riesgos”.
Con una estrategia que combina productividad, sustentabilidad y visión a largo plazo, La Marcela refleja el camino que muchos establecimientos argentinos podrían seguir: integrar agricultura y ganadería para lograr rentabilidad sostenida y equilibrio ambiental.
Fuente: Luis Ciucci Periodista Difusión Empresarial
