De tambera a emprendedora rural: la historia de reinvención de Cristina Coggiola

Desde Colonia Prosperidad, en la provincia de Córdoba, María Cristina Coggiola transformó una crisis en oportunidad. Luego de cerrar su histórica empresa tambera familiar, decidió reinventarse junto a su hijo brindando servicios agropecuarios, apostando a la innovación, el cuidado ambiental y la capacitación constante.

Hace casi dos años, la familia de Cristina Coggiola tomó una decisión difícil: cerrar un tambo con más de 70 años de historia. “Fue terrible, no sabíamos cómo seguir, porque había familias que dependían del trabajo en el campo. Pero no podíamos quedarnos de brazos cruzados”, recuerda.

De esa necesidad surgió una nueva etapa. Con maquinaria propia y mucho esfuerzo, comenzaron a ofrecer servicios de siembra y confección de rollos, incorporando luego una máquina Giorgi para el control de malezas, que le permitió orientar su emprendimiento hacia prácticas más sustentables.

“Estoy enamorada de esa máquina —cuenta— porque te permite controlar las malezas resistentes sin usar tantos agroquímicos. Es cuidar el medio ambiente, usar menos productos químicos sin perder rendimiento”.

Cristina explica que este sistema trabaja de forma superficial, eliminando las raíces y dejando la cobertura como rastrojo natural: “Hay que esperar siete días sin lluvias para que haga efecto, pero el resultado es excelente. Es una herramienta ecológica y eficiente.”

Innovación con propósito

Además del trabajo en campo, Coggiola creó un nuevo producto: capas térmicas para terneros y caballos, confeccionadas con polar interior e impermeable exterior, que protegen a los animales de las bajas temperaturas.

“Todo empezó porque se me morían los terneros del frío. Hicimos unas capas para uso propio y después las ofrecí a empresas. Ahora tengo pedidos desde Córdoba y Río Cuarto; las usan para mejorar la crianza y reducir enfermedades.”

Estas capas, además de ser reutilizables, incluyen un bolsillo para la historia clínica del animal, facilitando el seguimiento sanitario en los establecimientos ganaderos.

Una mirada al futuro del agro

Cristina sostiene que el campo es parte de la solución, no del problema:

“Hay que apoyar al agricultor, al apicultor, a todos los que producimos. El campo mueve la economía: producimos, compramos herramientas, generamos trabajo. Es una cadena que no se puede romper.”

Pero su historia no termina ahí. Cristina nunca se alejó del campo ni de la empresa familiar, donde continúa aportando desde su lugar, manteniendo viva la esencia de lo aprendido. Además, lidera con orgullo El Desafío SRL, una empresa que refleja su espíritu de trabajo, su capacidad de adaptación y su compromiso con la comunidad.

Más allá de lo productivo, Cristina combina su tarea empresarial con una gran responsabilidad familiar: hoy dedica parte de su tiempo al cuidado de sus padres y de su hermano, quien vive con una discapacidad. Esa tarea cotidiana le enseñó la importancia de la paciencia, el amor y la búsqueda constante del bienestar de los suyos.

“Cada día es un desafío distinto —afirma—. Hay momentos difíciles, pero también muchas recompensas. Aprendí que la verdadera fortaleza está en levantarse, seguir, y poner amor en todo lo que uno hace.”

Hoy sus ventas y repartos llegan a distintos puntos del país, demostrando que la constancia, la innovación y el compromiso social pueden convivir en un mismo proyecto.

Cristina también forma parte del Centro Empresarial de San Francisco (CES), dentro de una comisión de mujeres emprendedoras comerciales, desde donde impulsa el trabajo en red y el crecimiento del sector femenino en el ámbito empresarial.

Gracias al apoyo del Ministerio de Agroindustria de Córdoba, participa con su stand en eventos como AgroActiva y TodoLáctea, espacios que permiten visibilizar el esfuerzo y la dedicación de quienes, desde el interior, siguen apostando al trabajo y al desarrollo rural con una mirada más humana e inclusiva.

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