El éxito y su cara oculta: por qué llegar a la cima puede generar vacío emocional

Aunque alcanzar grandes metas suele asociarse con felicidad y realización, cada vez más estudios muestran que muchos profesionales experimentan vacío, desorientación o tristeza tras lograr aquello que tanto buscaron. La llamada “falacia de la llegada” explica por qué el éxito no siempre trae bienestar duradero.

En la cultura popular, el éxito aparece como un destino final: ascender en la carrera, alcanzar un hito deportivo, lograr estabilidad económica o vender una empresa parecen equivaler automáticamente a la felicidad. Sin embargo, la evidencia psicológica sugiere una dinámica más compleja. Diversas investigaciones muestran que, tras el pico de euforia inicial, muchas personas regresan rápidamente a su nivel habitual de ánimo o incluso experimentan una profunda sensación de vacío.

Este fenómeno, conocido como falacia de la llegada, fue popularizado por el psicólogo Tal Ben-Shahar y se apoya en décadas de estudios sobre bienestar emocional. Entre los mecanismos que lo explican se encuentra la adaptación hedónica, la tendencia del cerebro a normalizar con rapidez tanto los cambios positivos como los negativos. Lo extraordinario pronto deja de serlo.

A esto se suman errores de previsión afectiva, que nos llevan a sobreestimar cuánto durará la emoción del logro, y la ilusión de enfoque, que magnifica una meta al punto de hacernos creer que todo depende de alcanzarla. De allí surge, por ejemplo, el “blues postolímpico”, una caída emocional reportada por numerosos atletas tras competir en Juegos Olímpicos, incluso entre medallistas.

El desencanto no proviene de debilidad, sino de expectativas infladas, logros desconectados de los valores personales, carreras guiadas por metas constantes que nunca permiten disfrutar el camino, o la confusión entre éxito material y bienestar emocional.

Expertos en liderazgo y desarrollo profesional proponen herramientas para prevenir este efecto. Entre ellas, diseñar metas de proceso y no solo de resultado, practicar el “savoring” o disfrute consciente, llevar un diario de gratitud, invertir en experiencias más que en bienes materiales, separar la identidad de los logros y planificar el “día después” de alcanzar una meta para evitar el vacío.

Redefinir la relación con el éxito, coinciden los especialistas, no implica renunciar a la ambición, sino ensanchar su sentido. El bienestar duradero no llega solamente en la meta, sino también en la forma de transitar el camino.

Fuente: MundoEmpresarial

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