Gabriela Iturrioz: martillera de hacienda, empresaria y apasionada por su familia y su trabajo

Gabriela Iturrioz se crió en el campo, en el seno de una familia dedicada a la ganadería por varias generaciones, y la pasión que siente por esta combinación de modo de vida, trabajo y afectos se respira en cada una de sus palabras.

Oriunda de La Pampa, a los tres años vivía con sus padres y abuelos paternos en un campo en Paraje Padre Buodo y recuerda como si fuera ayer las ferias ganaderas de los años 80 en el lugar. «En ese entonces todas eran físicas y íbamos todos los meses al remate. Llevábamos hacienda, era la salida del mes. Recuerdo a mi mamá y a mi abuela preparándose para ir, era el lugar de encuentro con otras personas, con otras familias, con vecinos. Una actividad social para la familia. Yo era muy chiquita, me llevaban y a mí me encantaba sentarme en el carro, en la camioneta donde iba el martillero», subraya, dando una pista de los orígenes de una de sus vocaciones actuales.

Gabriela Iturrioz es, entre otras cosas, martillera de hacienda de la casa pampeana Néstor Hugo Fuentes S.A., de la cual además es gerente general. «Soy licenciada en Comercio Internacional, de base. Luego hice una maestría en Economía y un doctorado en Ciencias Agropecuarias. Trabajé 10 años en INTA y luego empecé a trabajar en el sector privado. Primero en la casa consignataria, y luego en el Corralón La Moderna, del cual es socia gerente junto con su esposo Néstor (Hugo Fuentes). Es parte de una de nuestras empresas en común, de la familia. Y de manera personal armé hace algunos años El Galón del Edén, una casa de decoración de hogar y enlozados, un proyecto que me motivaba en mis propios gustos personales y en mis raíces con mis abuelas», asegura.

«Soy nieta e hija de productores ganaderos de cría. Hice toda mi educación primaria y secundaria en La Pampa, luego la universidad en Buenos Aires, viví dos años en España, donde también estudié y trabajé. Y luego ya desde el año 2002 me radiqué nuevamente en La Pampa y estoy aquí desde entonces», agrega.

Da la sensación de que Gabriela Iturrioz no para un segundo, pero -en sus propias palabras- eso no es algo que le pese ya que ama sus actividades y elije llevar adelante cada uno de estos proyectos. «Mis días de trabajo no tienen fin de semana ni tienen horarios específicos. Soy una apasionada de lo que hago. Disfruto con lo que hago. Elijo hacer lo que me gusta. Y cuando tengo algún tiempo libre me gusta viajar» y remarca el valor de la impronta familiar en su vida y sus empresas.

«Una de las cosas más importantes para mí es mi familia. Tengo tres hijos. Una hija que estudia diseño de modas en Milán. Arrancó este año, ahora en enero. Tengo otro hijo de 14 años que juega en las inferiores del Club Campos de General Acha. Y Benjamín, que tiene 8 años ahora en febrero, que es el más chiquito y es el que compartimos con Néstor. La familia, los hijos, las vacas, son cosas que desde siempre han estado conmigo y que son muy importantes en mi vida. Eso es lo que me define, de alguna manera».

Desde ZonaCampo imaginábamos que entrevistar a Gabriela iba a ser una experiencia expansiva, con el ida y vuelta de preguntas y respuestas fuimos descubriendo nuevas facetas y nos fue contagiando de su entusiasmo. Pero lo que más nos había llamado la atención inicialmente fue su trabajo como martillera de hacienda, un rol poco habitual en una mujer, y que remite necesariamente a su infancia en Padre Buodo.

«En los remates, Abel Promencio me sentaba arriba en el techo de la camioneta e iba agarrada ahí escuchando todo el remate. Recuerdo de pasar horas escuchando al martillero rematar y ver los lotes, fue algo que siempre estuvo presente. Mi papá siempre tuvo la ilusión cuando era joven de haber hecho esta carrera, entonces a la noche en el campo me sentaba en sus rodillas y me hacía rematar, recordar los nombres de los campos y de los vecinos que estaban en la zona, y hacer que era la martillera», rememora. «Era un juego que tenía con mi papá de chiquita. Luego crecí y me fui despegando. Siempre, siempre participé de los remates. Siempre estuve presente. De hecho, conocí toda la etapa de Néstor «persona», con la casa Martocci, porque fui parte de eso», asegura.

Sin embargo, por su formación de base Gabriela Iturrioz no se imaginó nunca estudiando la carrera, sino que se volcaba más hacia «algo orientado al comercio o a la economía que era lo que lo que me apasionaba, y obviamente de campo. Pero pasaron los años y a partir de mi entrada en la firma y mi vínculo con Néstor empecé a pensar que la casa necesitaba otro martillero. Se buscó durante mucho tiempo y un día me di cuenta de que de que yo podía estudiar la carrera y hacer la actividad. No fue fácil, estudié levantándome a las 4 o 5 de la mañana porque después tenía que ir a trabajar, tenía además un bebé que había que cuidar».

Eso fue solo el primer desafío, que logró concretar. Pero la esperaba otro, no menor: que con el título le dieran el espacio para poder desarrollarse, sobre todo en un mundo donde la presencia de una mujer martillera es muy poco habitual. «No fue nada fácil pero bueno con el tiempo creo que me he ido ganando un lugar, he podido demostrar que podía desarrollar la tarea, que me podía acoplar a un equipo de trabajo. No lo siento como algo distinto, cada cosa que hago en mi vida nunca miro si se puede o no se puede, yo hago lo que me sale, lo que siento, lo que me apasiona y eso va más allá de si es un trabajo masculino o femenino… o sea no tengo esa división en mi cabeza, en mi mentalidad», subraya.

«Tengo referencia de un montón de martilleras, incluso hay una chica acá en la provincia de La Pampa que fue una de las primeras que remató en el Mercado de Liniers, no la conozco personalmente y creo que es una referencia en esta actividad también. No es una actividad fácil, como te decía, pero no creo que sea imposible. Hay un montón de chicas, que me han escrito, que están estudiando, que se recibieron, que piden opinión o consejo de cómo llevar adelante la actividad, cómo encontrar su espacio. Yo siempre digo lo mismo: uno tiene que ganarse el lugar, más allá de que sea mujer, no es porque seamos mujeres y porque seamos distintas, es porque en todas las actividades, en todos los planos de la vida, uno tiene que demostrar que está preparado para el lugar que se quiere ganar y tiene que poner su esfuerzo y su perseverancia en decir, yo quiero esto y lo voy a conseguir. Y de alguna manera eso se logra con trabajo, con esfuerzo, con sacrificio, con ganas de hacer»

«¿Qué le diría a las mujeres o a las chicas que están leyendo esto? Te voy a dar el mismo ejemplo que le di a mi hija que tiene 18 años hoy. Cuando tenía 15 le dije: Ceci, pensá con tiempo qué querés hacer el resto de tu vida, a qué te querés dedicar, qué te gusta, qué te apasiona, qué te imaginás haciendo todos los días de tu vida sin cansarte y cuando lo elijas ponele todo tu esfuerzo, toda tu voluntad, todas tus ganas porque de esa manera es que en la vida uno consigue propósitos, objetivos y consigue ser feliz, que de eso se trata, de disfrutar lo que uno hace día a día y no tiene más secreto que eso, me parece. No pasa ni por discursos de género, ni por estereotipos, ni por estructuras de si un perfil va o no va, tiene que ver con las capacidades individuales de cada uno. Cada uno puede elegir en qué desarrollarse, cómo hacerlo y ver si tiene las capacidades o las aptitudes para poder hacerlo, es nada más que eso», concluyó.

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