La presión del plato global: cómo la creciente demanda de alimentos acelera la huella ambiental del planeta

El mundo necesitará producir más alimentos en los próximos 25 años que en toda la historia de la humanidad. El desafío: abastecer a una población en aumento sin profundizar la deforestación, el uso intensivo de recursos y las emisiones que impulsan el cambio climático.

La población mundial superará los 9.700 millones de personas en 2050 y la demanda global de alimentos crecerá entre un 50% y 70%, impulsada por el aumento demográfico, el mayor poder adquisitivo en países emergentes y una dieta cada vez más intensiva en proteínas. Este fenómeno, que abre oportunidades para países productores como Argentina, también expone una tensión central de nuestro tiempo: cómo alimentar al mundo sin agotar el planeta.

Hoy, el sistema agroalimentario es responsable de cerca de un tercio de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, además de ser uno de los sectores que más presión ejerce sobre los recursos naturales. La expansión agrícola —en muchos casos asociada a la deforestación—, el uso intensivo del agua dulce, la degradación de los suelos y el desperdicio alimentario configuran un modelo que ya no resulta sostenible.

La ganadería, especialmente la producción bovina, también está bajo la lupa internacional por su vínculo con la huella de carbono y las emisiones de metano. A su vez, el uso extendido de fertilizantes sintéticos y productos químicos contribuye a la contaminación de suelos y cursos de agua. Como contracara, los expertos coinciden en que no se trata de producir menos, sino de producir mejor.

Para responder a esta demanda creciente sin profundizar el daño ambiental, el mundo agropecuario avanza hacia nuevos enfoques: agricultura regenerativa, manejo de suelos con mínima labranza, rotaciones más diversas, biotecnología, economía circular y tecnologías que permiten medir, trazar y reducir emisiones. También se impone un cambio cultural: consumidores más conscientes y cadenas de valor que premian la sustentabilidad.

Mientras tanto, cerca de un tercio de los alimentos que se producen en el planeta se desperdician, lo que revela un margen de mejora tan grande como urgente. Reducir esas pérdidas equivaldría a alimentar a millones de personas sin incorporar una sola hectárea nueva a la producción.

La pregunta que define el futuro es clara: ¿seremos capaces de construir un sistema alimentario que aumente la producción sin devastar los ecosistemas? La respuesta dependerá de decisiones políticas, innovación tecnológica, inversión y una nueva responsabilidad compartida entre productores, industrias, gobiernos y consumidores. El planeta ya marcó sus límites; ahora la humanidad debe aprender a producir dentro de ellos.

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