En la era digital, las audiencias ya no consumen mensajes sueltos ni datos aislados:
esperan historias. Y esas historias deben tener la fuerza, el atractivo y la continuidad de
una serie de Netflix.
En segundo lugar, vivimos con una atención cada vez más corta. Una serie nos
engancha desde el inicio con un gancho narrativo, lo que en Netflix llamamos
cliffhanger. Este término significa literalmente “colgado del precipicio” y describe esos
finales de capítulo que dejan al espectador en suspenso, con la necesidad de ver el
siguiente episodio. En marketing, un ejemplo sería cerrar un video con una pregunta
fuerte o una promesa que se resuelve en la próxima publicación, generando expectativa y
manteniendo al público atento.
Otro factor es la lógica de capítulos. Ya no alcanza con campañas aisladas. El público
busca continuidad, una trama mayor que se construye en episodios. Así, cada
publicación o acción se convierte en un capítulo que alimenta el deseo de seguir mirando
o consumiendo.
La estética también importa. Netflix acostumbró a la audiencia a estándares altos de
producción visual y sonora. Hoy, hasta el reel más breve o un post en redes debe mostrar
cuidado estético, ritmo narrativo y profesionalismo.
Finalmente, está la identificación emocional. Los usuarios se enganchan porque
empatizan con personajes o dilemas. En marketing ocurre lo mismo: no basta con
slogans, se necesitan historias humanas que reflejen aspiraciones, conflictos y
logros.
En síntesis, pensar en modo Netflix es aceptar que la comunicación ya no puede ser
improvisada ni fragmentada. Toda marca, medio o periodista que quiera captar y retener
audiencias debe construir relatos atrapantes, con emoción, continuidad y una estética
cuidada.
El contenido dejó de ser mensaje para convertirse en narrativa. Y quien logre contar
mejor esa historia, será quien conquiste la atención del público.
Walter Camerano
Periodista especializado en Marketing y Ventas