El Truco está en la mesa desde mucho antes de que habláramos de branding, engagement o
experiencia de usuario. Está en la sobremesa, en el club del barrio, en el asado del domingo y en esas
reuniones donde alcanza con un mazo de cartas y ganas de jugar. En Argentina, el Truco no es una
moda ni una tendencia: es una práctica social profundamente integrada en la vida cotidiana.
No se trata solo de un juego. El Truco es un ritual compartido que atraviesa generaciones, regiones y
clases sociales. Se aprende mirando, escuchando y participando. Se transmite de padres a hijos, de
amigos a amigos, de pueblo en pueblo. Y en esa transmisión constante se construye algo que, desde
el marketing, resulta cada vez más valioso: permanencia cultural.
Desde una mirada estratégica, el Truco reúne atributos que muchas marcas intentan construir durante
años. Tiene identidad local fuerte, códigos propios, lenguaje compartido y una carga emocional
asociada al encuentro, la picardía y la pertenencia. Decir “truco”, “retruco” o “vale cuatro” no es solo
parte del reglamento: es activar una complicidad inmediata entre quienes participan.
En términos de consumo, el Truco deja una enseñanza clara. No estamos frente a un objeto que se
compra para exhibir o acumular, sino para ser utilizado una y otra vez, en contextos reales de
interacción social, generando experiencias que se repiten en el tiempo y quedan en la memoria de las
personas. Es un consumo activo, cotidiano y significativo, que se integra naturalmente a la rutina
social.

El Truco no se colecciona, se usa.
Y en marketing, el uso vale más que la exhibición.
Esa diferencia es clave. Mientras muchas marcas buscan visibilidad desde una vidriera o una pantalla,
el Truco construye valor desde la práctica. Cada partida refuerza el vínculo entre las personas y, al
mismo tiempo, reafirma la vigencia del juego como parte de la cultura argentina.
Lejos de quedar anclado en el pasado, el Truco también encontró nuevas formas de expansión. Las
aplicaciones móviles de Truco argentino, con millones de descargas, demuestran que lo tradicional
puede adaptarse al entorno digital sin perder identidad. El juego se moderniza, suma tecnología y
construye comunidades online, pero mantiene intacta su lógica social y su lenguaje original.
El mercado físico acompaña esa vigencia. Las cartas de Truco siguen teniendo una demanda
sostenida en kioscos, librerías, jugueterías y plataformas de ecommerce. Aparecen versiones
mejoradas, ediciones ilustradas y propuestas más cuidadas desde lo estético, lo que confirma que no
se trata solo de nostalgia, sino de un producto con uso real y permanente.
Desde el punto de vista del marketing y el merchandising, el Truco representa una oportunidad
singular. Las marcas que buscan asociarse a valores como cercanía, autenticidad y pertenencia
cultural encuentran aquí un territorio genuino, no forzado.
Además, el Truco ofrece algo que hoy escasea: tiempo compartido. Mientras muchas estrategias
compiten por segundos de atención, este juego garantiza minutos —y horas— de interacción real entre
personas.
Tal vez la lección sea clara: antes de buscar la próxima gran innovación, conviene mirar lo que ya
funciona. Porque a veces, como en el Truco, no gana el que tiene las mejores cartas, sino el que entiende mejor el juego.
Por Walter Camerano – Periodista especializado en Marketing y Ventas
