Por Pablo Moro
ROMA – Pocas ciudades en el mundo pueden presumir de tener el alma de la historia grabada en piedra. Caminar por las calles de Roma es recorrer más de 2.500 años de civilización, arte y poder, donde la arquitectura no solo embellece, sino que cuenta la historia de un imperio que cambió el mundo.
La capital italiana, conocida como La Ciudad Eterna, fue el corazón del Imperio Romano y sigue siendo hoy un testimonio vivo de las eras que ha atravesado. Desde los restos de la antigua Roma hasta las iglesias barrocas y las plazas renacentistas, cada rincón ofrece una lección de historia al aire libre.
Uno de los símbolos más imponentes de esta herencia es el Coliseo, anfiteatro inaugurado en el año 80 d.C., que podía albergar a más de 50.000 espectadores. A pesar de los siglos y los terremotos, su estructura aún impone respeto y maravilla, como recordatorio del ingenio arquitectónico romano y su obsesión por el espectáculo.
Muy cerca, el Foro Romano conserva las ruinas de templos, basílicas y arcos de triunfo que fueron el epicentro político y social de la Roma antigua. Pasear entre estas columnas es retroceder en el tiempo y escuchar los ecos del Senado, de los discursos de Cicerón o las campañas de Julio César.
Pero Roma no quedó atrapada en el pasado. Durante el Renacimiento, resurgió con fuerza gracias a artistas y arquitectos como Miguel Ángel, Bernini y Bramante. La Basílica de San Pedro, en el Vaticano, es una de las obras más impresionantes de esta época: su cúpula domina el horizonte como símbolo del poder espiritual y artístico.
La arquitectura barroca, con su teatralidad y movimiento, también dejó huella. Basta con observar la Fontana di Trevi, obra de Nicola Salvi, donde el mármol parece moverse con el agua en una danza de dioses y caballos marinos. Lanzar una moneda en ella no solo asegura el regreso a Roma, sino también el deseo de reencontrarse con su inagotable belleza.
Hoy, Roma convive con la modernidad, pero sin renunciar a su identidad. Sus barrios históricos, como Trastevere, conservan la autenticidad de sus calles empedradas y fachadas color terracota. Mientras tanto, edificios contemporáneos como el Auditorium Parco della Musica, diseñado por Renzo Piano, demuestran que la ciudad sigue viva y en evolución.
En Roma, cada piedra tiene una historia, cada edificio es una página de un libro abierto. Y aunque el tiempo pase, su arquitectura sigue de pie, recordando a todos que esta ciudad, simplemente, no envejece.